jueves, 12 de febrero de 2009


Por fin, se equivocó Joaquín.

Sí, es verdad. Ayer me dí cuenta de que mi querido Joaquín de vez en cuando, como todo ser humano, se equivoca.
Me hizo creer que en una vuelta, que en el regreso de una persona siempre hay fiesta en la cocina, y no lo dudo de que sea así. Pero es que ayer, cuando lo vi volver, hubo fiesta en cada pedacito de mi cuerpo.
Cuando te miraba festejaron mis ojos. Cuando me agarrabas la mano, festejaron ellas también. Con el simple roce, sin ninguna otra intensión ni resultado, festejé enterita.
Dichosos de los que sabemos disfrutar de cosas tan simples… tan inocentes, tan cargadas de una especie de combustible que hace funcionar eso que llaman Felicidad.
Dichosos de los que vuelven a abrir los ojos después de ver correr tanta agua sucia.
Dichosos de los que se dejan llevar y se entregan a esas pequeñas cosas que emocionan.

Te quedaste corto Joaquín. Mi festejo no sólo es más grande, sino que es eterno.
Dichosa de mí que puedo verte, tenerte cerca y rozarte sin hacerme un mundo rosa alrededor.


Dichosa de mí que puedo seguir disfrutándote, hasta que se me antoje lo contrario. Amén.

2 comentarios:

Emiliano Piotto dijo...

No sé a quién volviste a ver, ni quién volvió a hacerte feliz, pero hay algo en tu rlato que me molestó: ¿Hasta que se te antoje lo contrario? ¿Quién es? ¿Brad pit? Pau, nunca digas hasta que se te antoje lo contrario. A vos se te tiene que antojar lo contrario. Sos demasiada persona para que otro decida que hacer con vos.

Emiliano Piotto dijo...

Luego de la modificación del relato, mi comentario queda obsoleto.
pd: aclaro para no parecer un psicópata desquiciado.